miércoles, 21 de febrero de 2018

Soñar y Esperar


Advierto primeramente que derivado de tanta ausencia, tengo muchas palabras por decir, así que seguro esto será largo, como lo fue la publicación de mi regreso. Pero si te gusta lo que vas leyendo, quédate a terminarlo ¿vale? Prometo que los siguientes serán más cortos y concretos.

Por más que digamos que nunca hemos sido cursis, todos hemos soñado con la historia perfecta del príncipe y la princesa, y el vivieron felices para siempre. El mejor y más conocido ejemplo puede ser La Cenicienta, en la versión Disney, en donde todo comenzaba con esas palabras: Soñar y esperar, para seguir con una mini telenovela que continuaba diciendo: “soñar, es desear, la dicha, de nuestro gran amor…”.a lo que seguía una historia fantástica, repetida permanentemente hasta en las novelas de la tele.



Fundamentalmente las historias de Disney suelen crear esta clase de espejismos perfectos, historias completamente rosas, sobre las que nuestra infancia navega para estrellarse posteriormente con un iceberg más grande y dañino que el que hundió al Titanic, al enfrentarnos a ver que la realidad dista mucho de estas hermosas fantasías. Yo crecí bajo este influjo, en donde mi corazón infantil era capaz de crear ilusiones perfectas con las que se dibujaban sueños, entonces indudablemente posibles; mismos que se vieron rotos por los primeros rechazos y que fueron volviendo piedra un corazón que parecía creado de caramelo suave; historias que terminaban en pequeños dramas que dejaron huellas marcadas en concreto con las cuales el mismo corazón sano, iba poco a poco plagándose de escudos y parches para intentar no ser destruido. Creo que el corazón adquiere una especie de mimetismo evolutivo, similar al de muchos animales que pueden transformar su piel en escudos como los que ostenta el puerco espín, que evitan que lo de fuera les haga daño, pero con el cual, tampoco dejamos pasar las cosas buenas.

Desfilamos por la vida intentando hacer que aquel “Te quiero yo y tú a mí”, de Barney, se convierta en una realidad total, cuando mayormente, esta ecuación tan simple es muchas veces muy difícil de cumplir, pues en ella, solo podemos controlar la primera variable, el: “Te quiero yo”, y no consideramos que la segunda parte puede ser algo tan exacto como:  “Pero tú no a mí”. La seguridad de una persona cuando va creciendo se ve mermada por la aceptación en el círculo social donde te mueves, y cada rechazo contribuye a debilitar esa seguridad, pudiendo llegar al grado extremo de extinguir el amor propio, y volvernos un producto de lo que ahora denominamos bullying o peor aún, de las expectativas rotas; cuando nos lastima o nos decepciona una persona a la que le teníamos toda la fe del mundo, llámese desde intento de pareja, hasta tus mismos familiares o amigos cercanos.

Paulatinamente esa realidad va permeando en las personas a tal grado, que llegamos a un punto en el qué, con tal de encontrar cierta similitud a esas historias ilusorias de amor, llegamos creer que solamente con que nuestra variable puede ser suficiente para pensar que la historia es fantástica, por más que recibamos de la contraparte solamente migajas (en el mejor de los casos), pero que cuando no es el lugar correcto, también suelen ser complementadas con humillación, desprecio, desamor, engaño, mentiras y manipulaciones que poco a poco, van acabando con la fortaleza de nuestro yo interno. Es increíble escuchar a tanta gente señalar al amor de su vida, en esa persona que hizo más daño, y más increíble aún, cuando se llega a echar de menos ese estado de psicosis total y daño emocional, por pequeñas escenas positivas qué vistas objetivamente, son solo nimiedades sin ningún valor. Ciertamente la atracción puede ejercer hechizos inexplicables, pero la realidad es que mucha gente se siente tan poco, que piensa que unos ojos bonitos, un cuerpo bien cuidado o un rostro relativamente agraciado a nuestros ojos, es lo más a lo que podíamos haber aspirado en la vida, dejando de lado toda la podredumbre que algo así puede llevar dentro (cuando es el caso).  Paulatinamente, estas fracturas que se generan a partir de la decepción y la desilusión, nos van haciendo acreedores al pensamiento de pensar que no merecemos más que eso, y comenzamos a adaptarnos a la idea y a verlo como algo normal, haciendo que aceptemos vivir así, o más bien dicho, sobrevivir así… cuando en realidad esto no tiene nada de normal.

La raíz es simple: Pueden habernos pegado en el momento exacto con palabras de desprecio que vamos comprando poco a poco, para construir una percepción errónea de nosotros mismos y que se reflejan al tiempo en acciones, nos creemos lo que nos hizo daño, y toda agresión que logró infiltrarse tendrá como consecuencia una serie de comportamientos para compensar lo mal que nos hicieron sentir, donde nos pasamos la vida demostrando al mundo que no somos lo que nos hicieron sentir. Una batalla por demás perdida y desgastante. Al que le dijeron pobre, al tiempo lo ves acumulando dinero para comprar amor; a quien le dijeron feo, le ves en el tiempo buscando a toda costa mejorar su imagen y perfeccionar su belleza por todos los medios para volverse un ente absolutamente superficial; a quien le llamaron tonto, buscando crecer en conocimiento para hacer notar su quizás insulsa inteligencia, a quien le llamaron débil, trabajar para ponerse fuerte, al gordo, buscar a toda costa un cuerpo esbelto; y así la lista interminable de ajustes internos y externos con los cuales la persona adquiera la capacidad de ser atractivo o aceptado por quienes antes lo rechazaron. Con esto pretendemos tener una oportunidad, aunque el objeto de nuestros cariños sea precisamente el más cruel verdugo que puede poner la vida frente a nosotros; al cual de pronto parece que vemos como reto, para quedarnos a toda costa para tratar de ganar su “amor” y “aprecio”, espejismo que también vamos creando para que nuestro mundo parezca normal.

Fantasmas tenemos todos, todas esas personas que nos dañaron y dejaron cicatrices, muchas aun sin cerrar, y muchas veces esos fantasmas tienen la fuerza del Poltergeist que no nos permite vivir y valorar lo que la vida nos va poniendo en el camino. Generalmente, son los que nos van restando la capacidad de amar; tanto de amarnos a nosotros mismos, como la capacidad de poder amar a otras personas. Si logramos identificarles como lo que son, precisamente personajes que ya ni siquiera forman parte de nuestras vidas, y que no tienen ya la capacidad de dañarnos (pues también nosotros hemos cambiado y evolucionado), es entonces fácil practicar un exorcismo, y simple y llanamente, mandarlos a la chingada. Es posible que entonces abramos los ojos y podamos ver con claridad, que el problema hemos sido nosotros mismos, que no logramos resolvernos y nos quedamos atrapados en un espacio obscuro donde bastaría empujar la puerta para salir;  es posible percatarse que el problema puede estibar en la definición del perfil del susodicho objeto de tus posibles amores, y al darte cuenta, puedas rectificar la fórmula y poder apreciar el verdadero amor en otro tipo de personas, y dejar de lado las pruebas de poder que nos ponemos nosotros mismos, para superar los daños de que hemos sido objeto en nuestra historia. Todo esto nos permitiría dejar de perseguir ese absurdo espejismo que a veces trazamos para pensar que nuestra historia de amor es de cuento, o para dejar de hacer el cuento al resto del mundo que estamos perfectamente y tratamos de venderles una felicidad postiza con tal de que nos vean grandes. Con ello, podemos centrarnos en ver la raíz del amor verdadero que a final de cuentas existe, pero que nada tiene que ver con las Disney historias.

Cuando abres los ojos, te das cuenta que puedes enamorarte de otras maneras. Cierto es, que siento difícil enamorarte de alguien que de plano te repugna físicamente, pero la realidad es que rara vez sucede que alguien te repugne de tal manera. Solemos intensificar el atractivo inicial al grado de no poder identificar el vacío que puede haber detrás en la mayor parte de los casos. Yo he conocido gente muy guapa y muy hueca, de hecho, la mayor parte de la gente físicamente bonita está plagada de traumas extraños más allá de toda comprensión, pero obviamente es algo que no se ve con claridad de inicio. Yo siempre me dije que jamás podría enamorarme de una persona que inicialmente no causara un impacto visual completo en la primera vista… sin embargo, poco a poco fui identificando que esto también era una irrealidad, pues las sensaciones van gritando poco a poco a tu cabeza que lo que sientes es enamoramiento o amor en algunos casos, con personas que inicialmente no te gustaron o no te gustaban lo suficiente;  llega el momento en que por ejemplo, ya no ves solamente la forma y el color hermoso de unos ojos, sino la belleza de la forma en que esa persona te mira. La chispa es diferente, porque en realidad es más una sensación cálida de pertenencia. Te das cuenta de esa parte donde primeramente comienzas por echar en falta una conversación constante, donde solo quieres escuchar la voz de la otra persona que se te hace necesaria, de ese grado donde encuentras tanto en común, del estado de paz y gozo que te provoca compartir con dicha persona;  de que comienzas a sentir la necesidad de la compañía de esa persona de formas inexplicables, de que lo que posees con esa persona es una complicidad diferente, donde se suma admiración y aceptación total, de aquello que presenta una fuerza irremediable que te empuja a mantenerte cerca, una felicidad más plena por la compañía, que te hace sonreír sin razón y llevar a alguien de manera constante en tu cabeza, de que la sensación alimenta tu alma y te impulsa a sacar lo mejor de ti.

Sin embargo, nos resistimos a ello, creamos una resistencia tal a cambiar de formas, y nos empeñamos en mantener intactos los anhelos ilusorios de esas viejas historias de Disney, que podemos dejar pasar el mejor regalo que te ha dado la vida, con tal de mantener intacta la idea, de que esto debe ser tal como la historia de esos cuentos. Muchas veces, simplemente seguimos dejando en alto los escudos y preferimos la felicidad relativa de no correr el riesgo para evitar daños posteriores, al darnos cuenta que lo que tanto anhelamos no tiene la forma que queríamos. Afortunadamente, inventaron a Shrek y últimamente, las tantas versiones de la Bella y la Bestia, pueden refutar que todas las historias son tan específicamente perfectas en el modelo predefinido que también se marca en las telenovelas.  

En suma, el tiempo simplemente te va enseñando que las fórmulas que nos han vendido, no tienen realmente nada que ver con la realidad. Que los sueños no pueden ser inspiraciones universales basadas en la irrealidad, sino que estos tienen que ser nuestros propios sueños, que también evolucionan como evolucionamos nosotros. El simple hecho de pensar en un final feliz, es descabellado, pues cuando hay final, no se puede ser feliz en ese momento. El vivieron felices para siempre, implica en la realidad muchos ajustes y evoluciones como pareja para que la felicidad pueda recrearse de mil maneras. Es decir, aprendes a ver que la realidad es imperfecta, como imperfecta será quizás la persona correcta para ti, pues tampoco tu eres perfecto, y es así como se logra el equilibrio. Por lo tanto, esa idea de simplemente soñar y esperar, es al final solo una mera baratija, pues se trata de soñar, abrirte y trabajar en que las cosas pasen, pero desde la realidad. Se trata de que los sueños sean más que simples anhelos, que estos se conviertan en realidades que te provoquen una mejor vida, de vivir el sueño en la realidad, dejando que la vida te sorprenda con cosas que no esperabas, o que no imaginaste de esas formas. No se trata de ninguna manera de dejar de soñar, sino simplemente de que tus sueños tomen formas felices y no se conviertan en una fuente de sufrimiento, de que te llenen de felicidad y no de pesar, de que sean para ti y no para demostrarle nada a nadie. Te das cuenta que los sueños se pueden lograr cuando aprovechas las oportunidades que la vida te pone, por más que parezcan un poco diferentes a como estabas en disposición de aceptar, y que precisamente de ello han salido las mejores historias, que son esas que no se cuentan en los cuentos, sino que se viven a plenitud con tanta felicidad, que ni siquiera te da tiempo de contarlas.

Piénsalo…. No tiene nada de malo soñar, lo difícil es simplemente dejar de aferrarse al texto de una historia que no escribiste tú, a dejar de inventarte prototipos; tú puedes escribir una mejor historia aprendiendo primeramente a soltar, a soltarte, a dejar atrás lo que te hizo daño y darte cuenta que quien trato de romperte, ya ni esta, o igual está más roto y dañado que tú, por lo que no vale la pena ni voltear a lamentarse del antes. Aprende a disfrutar lo que a ti te va haciendo feliz y haciéndolo crecer para que sea ahora tú, quien protagoniza el mejor de los sueños, el que vas creando tú, que quizás así serás quien se vuelve una fuente de historias inspiradoras que buscarán ser imitadas. Sueña, pero vive, déjate querer por la persona más importante del mundo: Tú. Que tu felicidad cuando llega, no se equivoca y no sabe mentirte, déjate de cuentos, escucha las señales del universo, déjate ir, aviéntate pronto cuando sientas que la felicidad fluye; qué si no lo haces, nunca sabrás que pudo pasar y lo que es aún peor, puedes seguir dejando ir la que pudo haber sido tu mejor historia, pues las oportunidades caducan.

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