jueves, 8 de marzo de 2018

Caminando a ciegas

A veces, simplemente tienes que seguir caminando y avanzando sin saber porque o sin tener claro el punto final del camino.

La vida te puede romper en un instante; acabar de tajo con lo que un momento atrás parecía ser tu estado más grande de felicidad, y con lo que pensabas, que era el dibujo más claro de un futuro hermoso que se iba visualizando a partir de ello. Y sin más, de pronto, todo puede cambiar en un segundo. Una frase puede romper en mil pedazos un castillo que creías sólido como una roca. Un pequeño evento puede interrumpir un flujo de cosas positivas y de pronto tornar todo en negro.

La vida está plagada de estas cosas. De momentos en los que no entendemos porque y para que pasa algo. Mucha gente implica en esto la voluntad de Dios y señala que solo él sabe sus caminos y espera a qué del cielo, al tiempo le llegue una explicación divina. Otros tantos, lo llaman karma, otros, destino, algunos simplemente dicen: la vida es así, y apesta. 

Hay momentos como estos en los que en consecuencia quieres aventarlo todo, quieres simplemente desaparecer del mundo, o que el mundo se apague por siempre, pues lo que pierdes es enormemente valioso. Un amor, un trabajo, una persona, un amigo, la estabilidad, algo por lo que luchaste mucho, etc. Las explicaciones divinas no son nunca claras, siempre pienso que Dios ha sido realmente el inventor de la frase “Interpreta mi silencio”; las señales suelen ser poco claras o nulas, y en todo caso, el auxilio divino es generalmente tardío a ojos de un corazón lastimado y roto.

Agreguemos además que la sensación que queda después de esto, es que lo que ha sucedido es tremendamente injusto; pues tú has puesto todo de tu parte para hacer que las cosas funcionen, tu empeño, tus ganas, tu tiempo, tu amor, tu entrega, tu compromiso, tu todo…. Y sin embargo, las cosas suceden así y te rompen. Hay quien entonces indica que seguramente estas pagando algo del pasado; que Dios sabe mejor que tú que es lo que te conviene, que te tendrá preparado algo mejor. Todo esto, buscando equidad y con ello promoviendo la bondad de un Dios, para que el refugio moral se siga manteniendo relativamente cálido.

Es curioso, porque si aventamos todo a Dios, deberíamos darnos cuenta que en el antiguo testamento, los diversos pedidos de demostración de fe y la aplicación de justicia que este tenía, son todo, menos dulces; a partir del nuevo testamento, la cara con que ahora se ve a Dios es una cara más amorosa y dulce. Así que, ¿a cuál de ellos esperamos como rescatista en momentos así?

La realidad es esta, desde mi punto de vista, y la marcaba claramente Stephen King en uno de sus libros llamado Desesperación: quizás, “Dios es justo pero es cruel, pues muchas veces te hace vivir”. Y aquí es donde te quedas solo con tu propio mal o buen entendimiento de las cosas, y de qué hacer con ellas para que no te hagan tanto daño.

Es imposible ver algo bueno en estos momentos, pues incluso las cosas buenas que pueden pasar alrededor tuyo, pierden todo valor, pues te centras en el dolor de la perdida. Es imposible a veces, pensar con claridad y encontrar rutas de escape, de salida o de crecimiento. Imposible también es, detener la tristeza y pensar que puedes crecer, y aprender de ello.

Por todo esto, muchas veces solo nos queda seguir caminando a ciegas, dando tumbos o tratando de erguirnos en el camino. Procesando el dolor o incrementándolo. Es un hecho qué, lo que sí sucede, es que cosas así nos cambian para siempre, rompen y modifican algo de manera definitiva dentro de nosotros, no sabemos si para bien o para mal, pero generan un cambio. Podemos perder o ganar en el proceso con los resultados, no lo sé; lo qué si sé, es que te vuelves diferente, que nunca vuelves a ser la misma persona.


Sea karma, o sea Dios, o sea lo que queramos ponerle de nombre a estas cosas, necesariamente cuando despiertas a la mañana siguiente y sigues respirando, te das cuenta que incluso si deseaste no despertar, te quedaron mal. Algunas, muy pocas veces en realidad, tendrás oportunidades únicas de corregir algo y evitar que lo malo siga pasando o creciendo, si esto se puede, intentarlo es lo mejor. La mayor parte de las veces, nada de esto tiene una explicación lógica o una respuesta. Creo que lo único que se puede asumir en esto es tan simple como decir: A veces, la vida apesta, que la felicidad no dura; pero no te queda más que levantar los pies y ponerlos en marcha, hacia donde sea que te lleven después, aún si eso significa que en ese ámbito, nunca volverás a ser tan feliz. 

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