Ayer pase frente a una cochera abierta donde se llevaba a
cabo una venta de garaje (o garage sale en inglés), y desfilaron innumerables
recuerdos por mi cabeza. Tal vez a las nuevas generaciones este concepto no les
sea tan familiar. Para aquellos que vivimos un poco de los 70´s y 80´s
seguramente será un término muy conocido. Por cualquier cosa, será mejor
ahorrar tiempo a la investigación y platicar un poco de esto.
Una venta de garaje, tiene como finalidad deshacerse de las
cosas viejas sin ayuda de un ropavejero, y sin la intención de simplemente
tirar lo que ya no utilizas, sino tratar de sacar al menos un poco de dinero a
cambio. Abres entonces tu garaje para deshacerte de lo que te sobra. Una venta
de garaje presenta desde pequeñas chucherías, discos, libros, ropa, artículos de
línea blanca, bicicletas y en algunos casos hasta coches!. Hoy para ello, se
usa Mercado Libre por ejemplo.
En fin, pues ya conociendo el concepto entenderán entonces,
que estos procesos llevan inmersos como primer paso, varios desprendimientos
emocionales para poner a la venta algo que alguna vez tuvo un significado para
ti. En mi infancia tanto algunos de mis amigos, como yo, hicimos algunas ventas de garaje. Si alguno de
ustedes lo hizo, recordará que a veces, cuando alguien finalmente se interesaba por un
artículo que para ti había sido importante, en ocasiones cambiabas de opinión,
y de última hora decidías conservar alguna de tus pertenencias, la cual
inevitablemente volvía al rincón polvoso de donde la sacaste, tras unos cuantos
días en los que retomabas un aprecio temporal por la dichosa pieza.
Es un ejemplo inevitable, de lo complicado que es desprender
las emociones y dejar atrás sus significados, de lo complejo que es deshacerse
de un recuerdo, por más que este no tenga utilidad alguna en tu vida, o
incluso, por más que no tenga remedio, como sucede con varios de estos
artículos que se conservan a pesar de que ya ni siquiera funcionan.
Es difícil deshacerse de un recuerdo, o tratar de olvidar su
significado. Es más, sería correcto decir que los recuerdos profundos no pueden
simplemente tirarse o mejor aún ponerse a la venta. El olvido es un proceso
relativo, pues más que olvidar, generalmente es aprender a vivir a pesar de lo
que significa lo que aún recuerdas. Tarde o temprano, un soplo de viento traerá
consigo un aroma con millones de significados que acarreará nostalgias, en
otros casos encuentras entre todos tus viejos papeles una nota que simplemente
retoma su significado y te saca una risa o una lágrima. Hallarás, no solo en
tus pertenencias, sino seguramente en las de tus amigos, viejas fotos con imágenes
que tal vez tu decidiste un día brindar al fuego en sacrificio para encontrar
olvido… cosa que en ese momento notarás, que fue totalmente inútil.
Un recuerdo te encuentra y generalmente te toma por
sorpresa, no siempre esa sorpresa es agradable, a veces, incluso resulta
dolorosa, y otras tantas, se convierte en gasolina que impulsa tu motor, para andar un camino con la intención de retomar
una historia a la que tratarás de cambiarle el final. La mayor parte de las
veces, un recuerdo simplemente llega, genera una emoción y se marcha, no sin
antes haberte dotado de una cantidad de preguntas sin respuesta o de llenarte
de deseos de tener una máquina del tiempo para remontarlo y volver a vivir eso
que te sigue generando emociones.
Los siempre sabios psicólogos y psiquiatras, han tratado de
encontrar y dotar al hombre de una serie de artilugios o metodologías, para que
los recuerdos queden atrás y emprendas tu camino en un rumbo diferente, para
que estos sean superados, y puedas aprender de ellos para tomar un camino
mejor. Es claro que no han sido efectivos. Los recuerdos están hechos de un
material increíblemente resistente, el cual parece aguantar cualquier embate, y
como los virus modernos, estos parecen más bien entrar a una fase de
hibernación para despertar luego con una fuerza bastante más potente, incluso
para algunos, dañina.
Cuando parece, como
en la venta de garaje, que puedes desprenderte de ellos, si todavía guardan un
significado para ti, seguramente los retirarás de la bandeja de salida para
regresarlos al obscuro rincón donde pretendes incrementar su tiempo de
hibernación. Al final, cada cosa que fue tuya, que fue importante, por más que
trates de minimizar su valor, seguirá guardando importancia para ti, será como
una huella profunda en el cemento, que el agua no es capaz de devastar. Así que
la decisión de volverlos a su viejo lugar, no se pone en tela de juicio.
Entonces, que es mejor? Pelearte con tus recuerdos y tratar
a toda costa de negarlos, manteniéndolos encerrados en una cepa dentro de tu
cerebro? O dejar que fluyan y generen el
estropicio natural que se les asocia? Es una respuesta que no tengo, y es una
respuesta que incluso prefiero no encontrar. Tengo recuerdos felices que
seguiré atesorando, algunos recuerdos felices se convierten en cosas tristes
cuando sabes que no podrán volver a vivirse; me asaltan también recuerdos tristes que inevitablemente,
pegan en lo profundo del alma. Pero son
mis recuerdos, las huellas de una vida, con las que no estoy dispuesto a
pelearme. Esas huellas son evidencias de mis pasos, y quizás alguna vez a
alguien le sirvan de referencia cuando pierda el camino, aunque no siempre el
final de ellas sea el destino que buscaban alcanzar.
Dice una canción de Miguel Ríos, que al lugar donde has sido
feliz es mejor que no trates nunca de regresar, creo que la falla al manejar
los recuerdos es intentar tomarlos como base para resolver la causa de un error
pasado y tratar de rehacer el camino. Hay que tener claro que las historias no
son, ni serán nunca las mismas. Un recuerdo no podrá ser repetido. Lo cual
tampoco significa que intentar arreglar algo sea malo, siempre que se tenga
claro, que sería una nueva historia y no una continuación de la anterior. Un
recuerdo tampoco es una garantía de persistencia, lo que te pasó una vez no
tiene por qué volver a pasarte. No son estigmas, son solo eso, recuerdos.
Creo más bien en esto: si tienes un recuerdo hermoso, de
alguien que ya se ha ido de este planeta, guárdalo, siempre será un recuerdo
feliz, pero no trates de vivir por eso. Si guardas un hermoso recuerdo de alguien
que no ves hace tiempo, búscalo, no hay nada malo en ello, pero ten presente
que quizás no será lo mismo, será diferente, malo o bueno, no lo sabes… tal vez
vale la pena el riesgo. Si tienes un recuerdo malo de algo o de alguien que aún
te lastima sobremanera, no pelees con él, simplemente déjalo estar, tal vez
algún día perderá importancia; mientras
tanto, es mejor mantenerse alejado de lo que te lo causó, finalmente no es
cómodo, pero solo eso. Pero si en cambio, tienes algo que en este momento te está
generando un recuerdo hermoso, ahí sí que es momento de pelear por ello, por
conservar lo que te hace sentir feliz, y alimentarlo, por seguirle exprimiendo el jugo a la fuente,
por hacerte parte de algo que para ti es importante. Y si algo aún es
importante para ti, y diste una ojeada a las posibilidades y te parecen buenas,
no importa mucho lo que recuerdes, haz caso a lo que sientes, con suerte, del
otro lado encontrarás respuesta para crear una nueva y muy diferente historia.
Al final, se trata de intentar ser feliz, de vivir con
plenitud, de haberlo intentado; con o sin lo que te traiga la memoria, con poca
o mucha claridad que tengan esas memorias. Ten presente que el tiempo corre y solo te
quedará eso… recuerdos. Recuerdos que no puedes vender, ni deshacer. Al menos, trata de generar algunos buenos no?
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